La idea era mostrar lo que habíais hecho. Lo que estábamos haciendo... el taller de poesía. Es complicado hacer nada cuando las cosas no van bien. Lo dejo puesto. Lo enseñaré el próximo día (si me dejáis).
TRES POESÍAS
1
Ya no me queda nada por decir
Todo lo que tenía que decir
Ha sido dicho no sé cuántas veces.
2
He preguntado no sé cuántas veces
Pero nadie contesta a mis preguntas
Es absolutamente necesario
Que el abismo responda de una vez
Porque ya va quedando poco tiempo.
3
Sólo una cosa es clara:
Que la carne se llena de gusanos.
-->
NI SHAKESPEARE NI MICKEY SPILLANE
Al principio,
Vives con una chocolatina al día en la habitación
más barata de la ciudad;
intentas ser escritor, no un gran escritor sino
alguien que cobra por lo que escribe
y vive de ese sueldo
y no necesita automóvil ni
novia, ni tiene que ir a trabajar todos los días,
solo ser escritor, producir, un día tras
otro, día y noche, las palabras calientes sobre el papel.
a 2 centavos y medio por palabra, 5 centavos por palabra, me
conformaría con
lo que fuera,
escribir relatos para revistas de tres al cuarto, relatos para
las revistas porno (grandes correrías de
un fantástico pichabrava) y al mismo tiempo enviar la
obra seria a Poesía, una revista de
intentas ser escritor, no un gran escritor sino
alguien que cobra por lo que escribe
y vive de ese sueldo
y no necesita automóvil ni
novia, ni tiene que ir a trabajar todos los días,
solo ser escritor, producir, un día tras
otro, día y noche, las palabras calientes sobre el papel.
a 2 centavos y medio por palabra, 5 centavos por palabra, me
conformaría con
lo que fuera,
escribir relatos para revistas de tres al cuarto, relatos para
las revistas porno (grandes correrías de
un fantástico pichabrava) y al mismo tiempo enviar la
obra seria a Poesía, una revista de
Verso.
La chocolatina era el pan y tu sangre
era el vino y había que echar a las
chicas de piernas y pelo largos para que pudieras
dar con la palabra para las revistas cutres, para las porno, para el
Atlantic Monthly Harper’s,
Esquire y el New Yorker, esos cabrones
impávidos que te devolvían todo una y otra vez mientras que solo
publicaban
bazofia cautelosa y taimada.
joven joven joven, ansioso únicamente de la Palabra,
volviéndote loco en las calles y en los bares,
peleas brutales, cristales rotos, mujeres locas gritando en
la habitación barata,
tú, invitado habitual en la celda de los borrachos, North
Avenue, 21, Lincoln Heights.
escrutaba la locura en busca de la Palabra, el verso,
la ruta,
a la espera de recibir un cheque de alguna parte,
soñando con la carta de un gran editor:
era el vino y había que echar a las
chicas de piernas y pelo largos para que pudieras
dar con la palabra para las revistas cutres, para las porno, para el
Atlantic Monthly Harper’s,
Esquire y el New Yorker, esos cabrones
impávidos que te devolvían todo una y otra vez mientras que solo
publicaban
bazofia cautelosa y taimada.
joven joven joven, ansioso únicamente de la Palabra,
volviéndote loco en las calles y en los bares,
peleas brutales, cristales rotos, mujeres locas gritando en
la habitación barata,
tú, invitado habitual en la celda de los borrachos, North
Avenue, 21, Lincoln Heights.
escrutaba la locura en busca de la Palabra, el verso,
la ruta,
a la espera de recibir un cheque de alguna parte,
soñando con la carta de un gran editor:
«¡Chinaski, no sabes cuánto tiempo llevábamos
esperándote!».
ni la más mínima oportunidad.
esperándote!».
ni la más mínima oportunidad.
al cabo, se redujo a menos palabras tras años de 5 relatos
breves y 20 poemas a la semana, se redujo a menos
palabras y más vino y más tías locas y
más vidrios rotos y gritos, caseros vengativos
y, claro, al final la policía.
tú joven, más alto, más fuerte en las montañas de tu
mente, borracho de la hostia, gritabas:
—¡QUE OS DEN, TÍOS! ¡SOY UN GENIO!
las esposas cerradas a la espalda, siempre demasiado ajustadas, el
acero mordía la muñeca, el
dolor pungente y brutal.
—calla, colega, o te hago callar yo.
desanda los años y ahí estás,
hace 36 años,
y nunca hubo
una época más grande ni más interesante.
poseías la fe que te falta
ahora.
pero lo más duro, la mujer del momento, tan borracha que
babeaba, el pelo sobre la cara, llorosa…
—dejadla marchar, hombre, que no ha hecho nada,
no os interesa,
solo venía de acompañante.
un «¡mecagüen…, cállate!» del madero,
que te sacaba a empujones por la puerta, escaleras
abajo a toda prisa
donde dedicabas todo tu esfuerzo a no tropezar
y caer de bruces, que era lo que él
quería, con las manos esposadas a la espalda, no
podías amortiguar la caída…
entonces te ponías a cantar:
—Mi corazón es un vagabundo…
y oías al madero cabreado maldecir en la
oscuridad
mientras se te llevaban.
lo único que querías era 2 ½ o 5 centavos por palabra.
hijo de puta, qué ganas tenías de ser un escritor
de cualquier clase.
las esposas cerradas a la espalda, siempre demasiado ajustadas, el
acero mordía la muñeca, el
dolor pungente y brutal.
—calla, colega, o te hago callar yo.
desanda los años y ahí estás,
hace 36 años,
y nunca hubo
una época más grande ni más interesante.
poseías la fe que te falta
ahora.
pero lo más duro, la mujer del momento, tan borracha que
babeaba, el pelo sobre la cara, llorosa…
—dejadla marchar, hombre, que no ha hecho nada,
no os interesa,
solo venía de acompañante.
un «¡mecagüen…, cállate!» del madero,
que te sacaba a empujones por la puerta, escaleras
abajo a toda prisa
donde dedicabas todo tu esfuerzo a no tropezar
y caer de bruces, que era lo que él
quería, con las manos esposadas a la espalda, no
podías amortiguar la caída…
entonces te ponías a cantar:
—Mi corazón es un vagabundo…
y oías al madero cabreado maldecir en la
oscuridad
mientras se te llevaban.
lo único que querías era 2 ½ o 5 centavos por palabra.
hijo de puta, qué ganas tenías de ser un escritor
de cualquier clase.
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EL FLECHAZO
Ambos están convencidos
de que el súbito amor les unió.
Tan firme seguridad es bella,
pero aún más bella es la inseguridad.
Creen que, si antes no se conocían
nada pudo haber existido entre ellos.
¿Qué dirían las calles, las escaleras y los pasillos
donde quizá tantas veces se cruzaron?
Desearía preguntarles
si no lo recuerdan
¿Acaso algún día cada a cara
en una puerta giratoria?,
¿un “disculpe” entre la multitud?,
¿un “se equivoca” al otro lado del teléfono?
Pero sé su respuesta.
No, no lo recuerdan.
Les sorprendería
que el azar llevara tiempo
jugando con ellos.
Aún no por completo listo
para convertirse en destino,
se les acercaba y se iba,
les atajaba el camino
y, ahogando una carcajada,
de un brinco se apartaba.
Hubo signos, presagios
qué importa si ilegibles.
¿Hace unos tres años,
o el pasado martes,
una hojita voló
de un hombro al otro?
Hubo algo perdido y después recuperado.
Quién sabe, ¿no fue la pelota
en los arbustos de la infancia?
Hubo timbres y picaportes
Donde, antes de llegar la hora,
la huella de una mano en otra se imprimió.
Dos maletas juntas en una consigna.
Quizá un mismo sueño, una misma noche,
diluido en brumas por la mañana al despertar.
Porque no hay comienzo
que continuación no sea,
y el libro del acontecer
está siempre siempre abierto por la mitad.
15
ME gustas cuando callas porque estás como
ausente,
y me oyes desde lejos, y mi voz no te toca.
Parece que los ojos se te
hubieran volado
y parece que un beso te cerrara la boca.
Como todas las
cosas están llenas de mi alma
emerges de las cosas, llena del alma
mía.
Mariposa de sueño, te pareces a mi alma,
y te pareces a la palabra
melancolía.
Me gustas cuando
callas y estás como distante.
Y estás como quejándote, mariposa en arrullo.
Y
me oyes desde lejos, y mi voz no te alcanza:
déjame que me calle con el
silencio tuyo.
Déjame que te
hable también con tu silencio
claro como una lámpara, simple como un
anillo.
Eres como la noche, callada y constelada.
Tu silencio es de estrella,
tan lejano y sencillo.
Me gustas cuando
callas porque estás como ausente.
Distante y dolorosa como si hubieras
muerto.
Una palabra entonces, una sonrisa bastan.
Y estoy alegre, alegre de que
no sea cierto.
EL DESAYUNO
Me gustas cuando
dices tonterías,
cuando metes la
pata, cuando mientes,
cuando te vas de
compras con tu madre
y llego tarde al
cine por tu culpa.
Me gustas más
cuando es mi cumpleaños
y me cubres de
besos y de tartas,
o cuando eres
feliz y se te nota,
o cuando eres genial
con una frase
que lo resume
todo, o cuando ríes
(tu risa es una
ducha en el infierno),
o cuando me
perdonas un olvido.
Pero aún me
gustas más, tanto que casi
no puedo resistir
lo que me gustas,
cuando, llena de
vida, te despiertas
y lo primero que
haces es decirme:
«Tengo un hambre
feroz esta mañana.
Voy a empezar
contigo el desayuno».
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